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Cada día de descanso, Pablo hablaba en la sinagoga con los judíos y con los griegos para tratar de convencerlos de creer en Jesús.

Cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba dedicado completamente a anunciar el mensaje a los judíos. Les demostraba que Jesús es el Mesías. Pero los judíos se pusieron en contra de él y lo insultaron. Entonces Pablo se sacudió el polvo de la ropa en señal de protesta y les dijo:

—Si no se salvan no será por culpa mía, yo he hecho todo lo que he podido. De ahora en adelante me dirigiré solamente a los que no son judíos.

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